Luis Jaime Daguerre fue quien inventó las pinturas llamadas dioramas, que iluminadas unas veces sólo por delante y otras por detrás cambiaban los efectos de luz haciendo desaparecer unas figuras para aparecer otras.
Durante mucho tiempo Niepce y Daguerre no podían descubrir sus investigaciones mutuamente, hasta que en 1829, Niepce firma un convenio para trabajar en común. Luego Daguerre viaja a Paris, conservando su relación con Niepce y mejor que éste, obtiene unos resultados; comprueba que una placa de plata expuesta a la acción de los vapores de yodo se cubre de una superficie sensible de yoduro de plata que se impresiona por la acción de la luz. La alteración producida apenas es visible, pero puede revelarse sometiéndola a la acción de los vapores de mercurio, y la imagen puede luego fijarse disolviendo en cianuro de potasio el exceso de yoduro de plata inalterado.
Niepce no llegó a ver el resultado de los trabajos de Daguerre, pues murió en julio de 1833, muy poco antes de haber obtenido aquél las pruebas definitivas. Isidoro, hijo de Niepce, sucedió a su padre en la compañía formada con Daguerre, con el cual trató de encontrar recursos económicos para la explotación del invento. Fracasados en este propósito, intentaron formar una sociedad por acciones de 100 francos cada una, pero tampoco fueron afortunados
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